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Relación de los juegos de simulación del proyecto Obrim con las metas del ODS número 16: Promover sociedades justas, pacíficas e inclusivas

Las personas docentes que colaboramos en el presente proyecto somos diversas. Trabajamos en distintos centros de la red pública, pertenecemos a diferentes especialidades, algunas tuvimos fortuna en el proceso de selección y somos funcionarias de carrera desde hace más o menos tiempo, otras lo volverán a intentar en las oposiciones este curso. Distintas edades y distinto bagaje. Tenemos en común que nos conocimos trabajando en centros públicos. Compartimos la convicción de que la educación debe ponerse al servicio de la emancipación humana, y que es la escuela pública el lugar desde donde podemos ayudar a alcanzar a este objetivo. Porque es a la escuela pública a la que todas tenemos garantizado el acceso y es desde allí desde donde podemos contribuir a que los derechos fundamentales de nuestrxs estudiantes lleguen a cumplirse algún día, posibilitando el desarrollo integral de su personalidad.

Hemos compartido también horas de trabajo, grupos de estudiantes, cambios legislativos, tertulias, cursos de formación… tiempo en definitiva, lo que nos ha dado la oportunidad de reflexionar sobre el sentido de lo que hacemos. A partir de la reflexión surge la necesidad de ir ajustando nuestra metodología, de buscar nuevas fórmulas, diseñar proyectos, como caminos que nos permitan amalgamar la teoría pedagógica con la práctica cotidiana. Innovar, en una palabra, aunque en realidad nuestras “innovaciones” beban de fuentes y propuestas que han sido reformuladas una y mil veces a lo largo de la historia. Si se nos permite, más que innovadoras, preferimos que se nos catalogue como docentes que transitan por sendas que no son muy concurridas pero que, a nuestro entender, nos permiten avanzar y aproximarnos a lo que, en realidad, no es sino nuestra obligación. Porque nada de lo que hacemos está fuera de lo que se nos exige en los marcos legales, los objetivos curriculares, los preámbulos de nuestras leyes orgánicas, nuestra Carta Magna…en la que también se estipula nuestro deber de dar a conocer y de cumplir los tratados y convenios internacionales que hemos suscrito a lo largo de las últimas décadas.

Como hemos dicho arriba, nuestro colectivo se encuentra diseminado por varios centros de secundaria. Se vuelve a diseminar cada curso, con las adjudicaciones, los concursos de traslado, las comisiones de servicio. Y cada curso encontramos oportunidades para contactar con más docentes que pueden sumarse al proyecto. Además de la inquietud pedagógico-metodológica, lo fundamental para incorporarse al grupo es compartir lo que podemos llamar un sentido profundamente humanista de lo que supone ser docente, y la conciencia de que lo que hacemos y lo que dejamos de hacer en las aulas importa, y mucho. Somos, podemos ser si así lo decidimos, agentes para la transformación social.

Se nos pide que en este escrito especifiquemos qué relación tiene nuestro proyecto con el ODS número 16. Y, francamente, lo que brota espontáneamente es un verso de una canción de Silvio Rodríguez: ¿qué cosa fuera la maza sin cantera? Si el trabajo que hacemos como docentes no contribuye al desarrollo de una sociedad global más justa, pacífica, solidaria y comprometida con los ideales de la humanidad, ¿qué sentido puede tener? ¿Podemos entrar en clase y explicar, cada cual desde su especialidad, un temario enciclopédico e inconexo? Podemos, pero no queremos. Porque nos parece, además de ilegal, profundamente ilegítimo. Un crimen, si se nos permite el dramatismo, porque la comprensión del mundo es vital para que las nuevas generaciones puedan incorporarse como ciudadanxs libres y responsables a la sociedad de la que forman parte. Serán el pueblo donde reside la soberanía muy pronto. De nosotras depende, en gran medida, que su tiempo en el instituto les sirva para poder asumir el poder que supone vivir en una democracia. Solo desde la comprensión de los hilos que forman hoy el entramado mundial podrán ser actores libres, aunque con esto solo no basta. La actualidad que se nos presenta se puede interpretar de muchas maneras, y el paradigma individualista, aderezado con el miedo a la incertidumbre de un mundo inestable, puede conducir a reacciones que sacrifiquen los ideales humanos en busca del blindaje que nos ponga a salvo. De ahí la necesidad de recuperar, recordar, rastrear las raíces del sueño ilustrado. La educación, el trabajo en las aulas debe servir para refundar la alianza, para no retroceder en las conquistas y no olvidar nunca a dónde conducen las tentaciones de fragmentar el cuerpo de la Humanidad, de volver a separarnos en grupos y llegar otra vez a la conclusión de que, según el lugar que ocupemos, unos humanos merecemos más que otros.

Desde el 10 de diciembre de 1948, la Humanidad dispone de una Declaración Universal de los Derechos Humanos. La hemos leído, la conocemos y sabemos que sus artículos se agruparon primero en los 8 Objetivos del Milenio, reorganizados ahora en los 17 ODS, y que todos ellos están interrelacionados. Asumimos y defendemos la necesidad del compromiso global con su consecución. Y somos conscientes de que en un mundo interdependiente su defensa es la de nosotras mismas. Porque no vemos posible sobrevivir como seres humanos en un mundo que se va asomando cada vez más a otro abismo.

El ODS 16 nos conmina a “Promover sociedades pacíficas e inclusivas para el desarrollo sostenible, proporcionar acceso a la justicia para todos y construir instituciones eficaces, responsables einclusivasentodoslosniveles”. Nuestroproyectosuscribepuntoporpuntoelenunciado.Siacaso, un matiz, invertiríamos el orden en sus elementos; consideramos que el acceso a la justicia debe tener prioridad, como condición previa a la paz. No en vano, pertenecemos a un país donde durante cuarenta años reinó una paz social tremendamente injusta.

El proyecto que presentamos explica en detalle cómo creemos que nuestro trabajo contribuye al mencionado objetivo 16. Apuntar aquí solamente que lo que proponemos es una actividad que se plantea y desarrolla como una hipótesis de progresión. Lo que se pretende, al final del proceso, es permitir a cada persona desprenderse de las múltiples capas que han ido conformando su identidad. Extrañarse, aculturizarse y conectar de una manera vivencial con lo fundamental del humano que investiga. Creemos, y los testimonios que recogemos en la evaluación de estudiantes y docentes nos lo refuerzan, que este es el camino para poder desaprender, deconstruir identidades que hoy, como tantas veces en nuestra historia amenazan con volver a disolvernos, con el único objetivo de permitir la construcción de una nueva identidad colectiva. Son muchos los retos que tenemos que afrontar, no podemos permitirnos el lujo de distraernos y, mucho menos, de enzarzarnos ahora en nuevos enfrentamientos fratricidas. O contemplar impasibles montañas de personas desposeídas alrededor de nuestra infranqueable fortaleza,cada vez más insensibles al sufrimiento o, en el mejor de los casos, afanándonos en distraernos confiando en que alguien en algún lugar hará algo algún día.

Cerramos este escrito con un texto clásico que nos sirve para recuperar el norte y el sur cuando nos desorientamos:

“[…] No creo que sirviera de mucho apelar a unos valores eternos sobre los que quienes son proclives a tales crímenes se limitarían a encogerse de hombros; tampoco creo que fuera de mucha ayuda ilustrar sobre las cualidades positivas de las minorías perseguidas. Las raíces han de buscarse en los perseguidores, no en las víctimas, exterminadas con las acusaciones más miserables. Lo urgente y necesario es lo que en otra ocasión he llamado, en este sentido, el viraje al sujeto. Hay que sacar a la luz los mecanismos que hacen a los seres humanos capaces de tales atrocidades; hay que mostrárselas a ellos mismos y hay que tratar de impedir que vuelvan a ser de este modo, a la vez que se despierta una conciencia general sobre tales mecanismos. Los asesinados no son los culpables, ni siquiera en el sentido sofístico y caricaturesco en el que muchos quisieran presentarlo hoy. Los únicos culpables son los que sin miramiento alguno descargaron sobre ellos su odio y su agresividad.

Esa insensibilidad es la que hay que combatir; las personas tienen que ser disuadidas de golpear hacia fuera sin reflexionar sobre sí mismas.

La educación solo podría tener sentido como educación para la autorreflexión crítica. Pero como, de acuerdo con los conocimientos de la psicología profunda, los caracteres, en general, incluso los de quienes en edad adulta perpetúan tales crímenes, se forman en la primera infancia, la educación llamada a impedir la repetición de dichos hechos monstruosos tendrá que concentrarse en ella. […]”

Fragmento de La Educación después de AUSCHWITZ
Conferencia en la RADIO HESSE emitida el 18 de abril de 1966 Por Teodoro W. Adorno

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